ENSAYO Y FOTOGRAFÍA EN TORNO A "REVOLUCIÓN Y UTOPIA"

Ensayo sobre  "REVOLUCIÓN Y UTOPÍA" realizado por el alumno de 1º de bachillerato Miguel Ángel Morán y fotografía de Rubén Alvarado, alumno de 2º de bachillerato.





REVOLUCIÓN Y UTOPÍA

            Como una plaga Bíblica el virus de la absurdez se ha adueñado de todo lo que podía garantizar un cambio, o más bien la salvación del mundo. Ya no importa entender lo que dice un libro sino poder decir que lo has leído. No importan las ideas porque independientemente de tu fuerza de voluntad, se hace el silencio hasta en los latidos del corazón cuando el sonido de los papeles rectangulares de colores con números inscritos suena al frotarlos. No importa conseguir la utopía y la revolución sino que importa reunirse en una conferencia, a poder ser en alguna facultad para regodearse en el intelecto con debates que nunca se hacen realidad. Y como mención especial, no sirven las matrículas de honor a las esculturas de barro que la distopía actual ha ido moldeando en las cárceles a pequeña escala llamadas escuelas.
            Es un insulto al ser hablar de la utopía sentado, la revolución entendida como un tránsito a la utopía es una acción. Toda su teoría y debate está destinado a un fin, todo es práctico, pero la forma en la que se reflexiona en la mayoría de los casos actuales sobre la utopía solo consigue acabar con esa acción que requiere más que una simple reflexión.
            La utopía no es pintar de azul esperanza la pared ocre de una casa. La utopía es el cambio de casa. Por eso se puede afirmar, por muy catastrofista que parezca, que el estado en el que se encuentra la civilización actual, sometida a su propia presión social y al pensamiento posmodernista en la mayoría de ideologías que proponen un cambio, supone el fin de la poca esperanza que hubiese por hacer realidad la utopía, entendida esta como un cambio posible y no como esa extraña cosa que se aleja de ti cuando vas hacia ella que esa definición tan absurdamente poética como reaccionaria predica.
            Por eso no se debe continuar reflexionando como se ha hecho hasta hoy en día. Por así decirlo hay un club de señoritos, en el que se encuentran todos aquellos con determinado poder social, empresarios, gobiernos, los llamados intelectuales, académicos, que en ocasiones criticando al sistema están realizando una función clave, que es reducir a una simple opinión o un debate lo que podría llegar a ser un cambio a gran escala, o bien contradiciéndose. Son un quiero y no puedo. No hace falta ir muy lejos para encontrarse estas situaciones incluso entre la gente que no tiene el dudoso honor de estar en ese club, desde trotskistas hablando de marxismo, partidos de izquierda que cambian su actitud al llegar al poder, Arabia Saudí en la ONU, los EEUU abanderando los derechos humanos y esos intelectuales cuya opinión ha ido cambiando según se han acomodado.
            Lo cierto es que son los que pretenden hacer pensar quienes deberían reflexionar sobre cuál es el fuego que quieren avivar. ¿El fuego que produce humo sedante con el que las esperanzas y utopías solo surgen cuando no hay otra opción y se hacen por supervivencia o el fuego que carbonice al gigante masoquista que es el mundo actual?
            Y entonces, volviendo a la bella y sucia al mismo tiempo realidad, ¿no son de sobra conocidos esos valores que actúan como una regla no escrita? Si, esos valores que se encuentran desde las pequeñas celdas llamadas aulas de un colegio hasta en los laberintos de hielo llamados empresas, esos valores, cualidades, capacidades o como quieras llamarlos que determinan quién ‘’sirve’’ y quién no ‘’sirve’’, como si fuesen robots que se examinan para su posterior venta al mercado. Sí, que nadie trate de fingir que no sabe a qué me refiero, esos valores que hacen que uno sea el niño listo de la familia y otro el segundón, eso que pone por encima de los demás al cachorro que mejor obedece, esas cosas por las que existen las matrículas de honor, por las que un suspenso es una pequeña deshonra cuando se compara a un niño con los demás, eso que hace que desde los cinco años te conviertan en un soldado de arcilla cuyo pensamiento actitud y futuro, si la cocción en el horno sale bien, será moldeado para convertirte, casualmente, en un posible miembro del club de los señoritos antes mencionado. Y entonces, siguiendo la idea de que la educación es la base para un futuro que puede llegar transformando el presente por lo tanto una posible utopía y suponiendo, aunque con poca fe, que la educación pretende cambiar el mundo pero sin olvidar que los académicos también pertenecen a este club, ¿no son todos los valores por los que el gigante de cartón llamado mundo se mueve valores reaccionarios? ¿No son acaso los ‘’más capacitados’’ aquellos que pueden cambiar el mundo? Es hora de mencionar aquí a la revolución.
Una revolución que no existe ni existió ni existirá, esto es necesario decirlo desde un principio, que no se ponga la esperanza del futuro en un acto imposible de ser definido para esconder la negativa voluntad de algunos de cambiar el mundo. No valen aquí los cantos de sirenas, y con esto me refiero por mucho que parezca un sacrilegio a esos hombres, pensadores, genios que son admirados en cada campo, sea la filosofía, la ciencia, el arte o el que sea. Y no valen esos cantos en los que se han transformado sus palabras gracias a la sutil manipulación de las academias de cada uno de los campos. Se admira a pensadores, científicos, artistas y todo tipo de personalidades alabadas como hombres que cambiaron el mundo. Sin embargo, ¿estarían de acuerdo cada uno de esos mal llamados genios, y no porque no merezcan reconocimiento, con el mundo actual y sobre todo con el pensamiento de aquellos que les alaban? ¿A quién y qué es eso a lo que se llaman genios? ¿No son acaso los hombres y mujeres que cambiaron el mundo, por lo tanto en cierta forma revolucionarios, a los que se alaba? Entonces siendo la idea de la revolución a pesar de las interpretaciones que se le puedan dar contraria al sistema y al motor ruidoso con el que se mueve el mundo, ¿cómo es qué se ha llegado a admirar a aquellos que sufrieron en su propia piel un rechazo por los antecesores de quienes ahora les alaban?                                              
¿No será entonces que la idea de la revolución es, como la interpretación reaccionaria de la utopía, una forma de taparse los ojos con una venda color esperanza para no enfrentar la realidad que supuestamente tanto se quiere cambiar? ¿Cómo se puede pretender desde los tentáculos del sistema hablar de futuro, revoluciones y utopías cuando la revolución se realiza en el presente? La utopía ya existe, solo hay que desempolvarla, y el futuro es una mentira. No existe ninguna revolución porque es un simple nombre, existen una serie de acciones que una vez analizadas, y no porque sea necesario, pueden ser catalogadas como una revolución, pero no es la revolución un ente que se mueva por sí mismo, es una creación del ser humano rebelándose tal y como las circunstancias en las que se encuentra propicien para solucionar sus problemas. No existe un mundo ideal porque solo existe un mundo, una sola realidad, pero ha sido la necedad de la razón la que con injusticias bajo sus pies desde la Antigua Grecia y bajo zapatos de cuero en la actualidad quien ha nublado la vista al ser humano y le ha hecho sumirse en sus propias pesadillas. Tampoco existe un futuro que vaya a llegar de un día a otro, el futuro es un proceso desde el presente, y cuando llegue seguirá siendo el presente. Así que calificando como el sistema hace en las celdas, no es apto, no sirve, no está capacitado el gigante de cartón para debatir, hablar, o reflexionar sobre revoluciones y utopías.
 Los señoritos del mundo que supuestamente tienen un interés en llegar a la utopía están siendo un peón molesto en el tablero, ¿qué revolución va a traer el sistema para derrocarse a sí mismo? ¿Dónde estarían ellos hace siglos en la revolución francesa o en la rusa? ¿Qué hubiesen pensado al observar un cuadro cubista por primera vez?
            Son muchos los que no entienden ni entenderán que el mundo no es así por una casualidad y que absolutamente todo puede ser posible por un simple hecho, todo es realizado por seres humanos. Todo funciona y sigue unos patrones porque es el ser humano quien los obedece. Aunque siempre haya hombres de negro moviendo los hilos, aunque haya leyes injustas y todo tipo de problemas siempre habrá una solución mucho más difícil y fácil al mismo tiempo. No se necesitan organizaciones ni reflexiones, ni nada que aparente ser elaborado, simplemente se necesita ser humano, sobre todo ser. No habría cárceles donde se practica escultura cerebral con el nombre de colegios si quienes trabajan en ella se rebelasen, no habría cementerios de blanco llamados hospitales si quienes allí trabajan se rebelasen. No habría sectas de hombres con cabezas cuadradas llamados ejércitos invadiendo países para llevarse recursos si quienes portan el fusil se rebelasen. No habría desahucios si el ser con una moneda por corazón no los firmase. No habría ningún problema si simplemente el ser humano pensase en lo que podría llegar a ser y no fuese moldeado desde su nacimiento por el mismísimo mal para obedecer y convertirse en un software perfecto capaz de emular como es un ser humano, pero sin serlo. Podría haber en cambio muchas cosas mejores, podríamos saber la verdadera historia, podríamos tener conocimientos libres de manipulaciones, podríamos tenerlo todo. ¿Pero qué es lo que hace que no lo logremos? O mejor dicho, ¿quiénes somos los que hacemos que no se logre?
            No hace falta irse muy lejos, hay muchos ejemplos y advertencias a lo largo del tiempo. Goya dijo que el sueño de la razón produce monstruos. Los surrealistas tuvieron que crear una realidad basada en los sueños porque no soportaban esta. Hay muchos ejemplos que estos señoritos deberían saber como buenos trabajadores que son, pero parece ser que todo el ser en el ser humano se queda siempre en segundo plano.

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